«Hola, querido amigo. Soy el Dr. Enuel Hernández y estoy emocionado por compartir contigo una historia que ha transformado vidas y puede cambiar la tuya para siempre. Me gustaría que descubras a Jesús, El Salvador del mundo. Imagínate un universo lleno de estrellas y galaxias, donde cada rincón de la creación, lo visible y lo invisible, fue moldeado por un ser supremo. En Colosenses 1:16, nos dice: ‘Porque en él fueron creadas todas las cosas, las que hay en los cielos y las que hay en la tierra, visibles e invisibles; sean tronos, sean dominios, sean principados, sean potestades; todo fue creado por medio de él y para él’.

Desde el amanecer de la existencia, Dios miró su obra y dijo que era buena, como leemos en Génesis 1:31: ‘Y vio Dios todo lo que había hecho, y he aquí que era bueno en gran manera’. Sin embargo, en nuestra búsqueda de libertad y autonomía, todos hemos tropezado, como se describe en Isaías 53:6: ‘Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino’. La Biblia también nos recuerda en Romanos 3:23: ‘Por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios’. Pero aquí es donde la historia se torna aún más asombrosa: Dios amó tanto al mundo que envió a su hijo único, Jesús, para redimirnos. Juan 3:16 nos regala estas palabras de amor: ‘Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree no se pierda, mas tenga vida eterna’.

Jesús posee un poder asombroso; él puede sanar el alma y perdonar nuestros pecados. Imagina un paralítico que, al escuchar las palabras de Jesús, se levanta, toma su camilla y vuelve a su hogar. Eso ocurrió en Mateo 9:6-7. Jesús también proclamó: ‘Yo y el Padre somos uno’, revelándonos que el Dios hecho carne, quien vino a la tierra para salvarnos. Jesús, siendo Dios mismo, se humilló y se sometió a la Cruz, como se relata en Filipenses 2:6-8. En esa Cruz cargó con nuestros pecados, como se nos dice en 1 Corintios 15:3-5: ‘Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las escrituras; fue sepultado y resucitó al tercer día, conforme a las escrituras’.

El regalo de la salvación no se gana a través de obras, sino es un don de Dios, como afirma Efesios 2:8-9: ‘Porque por gracia sois salvos mediante la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe’. Cuando conoces a Jesús, te conviertes en parte de la familia de Dios, un ciudadano del reino celestial, como nos dice Efesios 2:19-20. Jesús nos llama a mantener sus mandamientos y amar a los demás como él nos amó, como se encuentra en Juan 15:10 y Juan 15:13.

Ahora, visualiza un escenario celestial como el que describe Apocalipsis 7:9: ‘Después de esto miré, y aquí una gran multitud, la cual nadie podía contar, de todas las naciones y tribus y pueblos y lenguas, que estaban delante del trono y en la presencia del Cordero, vestidos de ropas blancas y con palmas en las manos’.

Hoy te invito a reflexionar sobre esta narrativa que cambió el curso de la historia. Jesús te espera con brazos abiertos, ofreciéndote la puerta hacia una relación restaurada con Dios. Si sientes el llamado en tu corazón, te animo a orar sinceramente: pide perdón por tu pecado y que Dios te ilumine en tu camino en esta jornada hacia Él. ¡Dios te bendiga!»